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·25 August 2025

Mbappé condujo al Real Madrid a una goleada ante Oviedo

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Kylian Mbappé está desatado. El francés coronó el triunfo de un Real Madrid sólido y ambicioso en el primer tiempo, comandado por Tchouaméni, pero titubeante en el segundo. Por el cansancio o por las dudas, el equipo de Xabi menguó ante el crecimiento de un Oviedo que acarició el empate con un tiro de Sibo al palo. No anotó, y Vinicius, suplente de inicio, completó el trabajo con robo y asistencia más gol al final. Puso fútbol y le sobraron algunos gestos de los suyos.

Que Xabi no es Carletto quedó claro desde el primer partido oficial, ante Al Hilal en el Mundialito. Precisamente aquel fue el último partido de Rodrygo como titular, hasta ayer. En los onces del tolosarra entran muchas más variables además de la jerarquía. Vinicius no es intocable, le encanta Mastantuono, y en el lateral derecho hay jarana de la buena entre Carvajal y Trent. Con esos parámetros se presentó el Madrid en el regreso del Oviedo a la gloria desde el barro. Sus seguidores jamás abandonaron, incluso cuando caminó por el borde del abismo en Tercera división. Dos décadas largas de sufrimiento finalizan con el retorno al jardín del Edén, el césped del Carlos Tartiere con el Real Madrid enfrente. Un orgullo encarnado en Santiago Cazorla, en el banquillo hasta el último suspiro. La noche merecía más de su magia.


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El arranque pudo ser el soñado por los carbayones. Sacó rápido el Oviedo, tocó dos veces y buscó la diagonal a Ilyas Chaira. Se durmieron los centrales pero no Courtois, que evitó males mayores antes de los diez segundos. Resultó ser un espejismo, porque el Madrid agarró la pelota y se instaló en campo contrario. De menos a más en la velocidad de balón, favoreciendo la organización defensiva del Oviedo. Casi siempre por la izquierda, donde también Rodrygo fue soltándose al encarar primero a uno, después a dos, más tarde hasta irse de tres. El Rodrygo que fue hasta que dejó de ser.

Si algo intimida de este Madrid naciente no es, de momento, el juego o la precisión. Es la voracidad para recuperar la pelota. Consintió poquísimas salidas al Oviedo, las únicas por el don de Rondón para aguantar la pelota y descargar o girarse. Así sirvió una buena opción a Dendoncker que el belga, un correcaminos, quiso colocar de vaselina. Courtois y sus casi dos metros resolvieron sin mucho esfuerzo. El caso es que el Madrid presiona con sentido pero con fiereza. Tchouaméni es capitán general en este apartado, y por allí nació el 0-1. Controló Dendoncker, entró el francés con ímpetu llevándose balón y contrario, gestionó Güler la diagonal y sirvió el pase tenso para el reverso de Mbappé, que definió como los ángeles.

Pidió falta el Tartiere. Servidor la habría pitado. Gasolina para las tertulias. También se hablará de una caída de Rüdiger en un córner o o de un derribo a Mastantuono entre dos centrales. Pitable, aunque poca cosa. El argentino toca y se ofrece. Difícil de detectar. Tuvo alguna ocasión más el Madrid antes del descanso, especialmente una doble de Rodrygo y Güler que sacó la defensa bajo palos. No hubo más, y eso animó a Paunovic a mover el árbol en el descanso.

El Oviedo cambió el dibujo, cerró con cuatro y entró Hassan para explotar los extremos. El Madrid intentó acabar jugadas con remates lejanos (Valderde o Tchouaméni), pero empezó a perder el mando del partido. Se  fue Rahim por derecha, centró al área y Huijsen empujó a Rondón. Aparatoso. Cabreo del respetable. Ricardo de Burgos aplica la instrucción de no pitar penaltis por contactos leves. El caso es que crecía el Oviedo, tanto que Xabi intervino en el partido. Cambio de extremos. Vinicius y Brahim al césped. Ahí la tienes, Vini.

Pudo sentenciar a la contra el Madrid tras una salida de Mbappé a todo trapo que remató Fede Valverde, desde cerca. Aarón Escandell metió la mano de la noche. Fue un chispazo. El Oviedo salía con soltura, y los blancos (sólo de camiseta, rarísimo el uniforme) empezaron a cometer errores. Especialmente Huijsen, en su actuación más discreta como madridista.

Se llegó a intuir el empate. Lo acarició el Oviedo, insistente en el ataque hasta que Dendoncker dejó atrás y Sibo colocó con el interior en el palo. Entró Gonzalo, que aportó trabajo en la presión. Vinicius no parecía estar fino. Perdió sus dos primeros balones, y en el tercero vio amarilla por tirarse en el área. El brasileño se enfadó, robó a Hassan en salida, abrió a Mbappé y el francés se colocó como Pichichi, empatado a Buchanan. Vini se giró y empezó a despotricar, quién sabe contra quién. Le tapó Kylian la boca. Allí se selló el destino de un partido que aún vio un paradón de Courtois, reflejo del bajón evidente del Madrid;  la aparición de Cazorla, que merecía más minutos; y la sentencia de VInicius, que celebró echándose la mano a la oreja. En estado puro

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/Escrito por José María Rodríguez para Marca

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