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REVISTA PANENKA

·12 December 2024

Los partidos en el parque, los partidos de nuestras vidas

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Echo de menos jugar a polis y cacos. No echo de menos ir sentado atrás en el coche. Echo de menos creerme más guapo por llevar los pelos de punta. No echo de menos que me hagan putadas en clase. Echo de menos escribir la carta a los Reyes y pedirles un perro, un loro, un guepardo. No echo de menos a la profesora de inglés extraescolar. Echo de menos que me haga ilusión dormir en la parte de arriba de la litera, romper un sobre de cromos con las manos. No echo de menos caerme con la bici en el pueblo. Echo de menos no separarme de mi hermano. No echo de menos meterme en la cama todos los días a la misma hora. Echo de menos fichar a Walcott en el Pro. No echo de menos tocar el palo el último y tener que ponerme de portero. Echo de menos el arroz a la cubana, los filetes de merluza rebozados, vaciar sin reparos la bolsa de queso sobre los espaguetis, los ladrillos de fresa y nata. No echo de menos el sabor inmundo de algunos antibióticos, que me devuelvan un examen y mirar la nota sin querer mirarla, ese socavón en el estómago, como si me asomara al abismo. Echo de menos tener un billete de cinco en el bolsillo y pensar que con eso ya me puedo comprar un coche, desconocer cuánto cuestan los alquileres, imaginar que todo el mundo vota a la izquierda. No echo de menos las camisetas El Niño, las sudaderas Rams 23. Echo de menos que las manos de mi padre y mi madre todavía sean más grandes que las mías, y sentirme a salvo al agarrarlas. No echo de menos el acné. Echo de menos los partidillos en el parque, driblar arbustos y papeleras, jodernos el chándal por ir al suelo, creernos Ibra o Van Nistelrooy al meter un gol entre dos mochilas. No echo de menos a los que nos miraban mal por hacerlo. Esos ojos reprobatorios, esas poses estiradas, esos “aquí no se puede jugar, niñatos” en la punta de la lengua. No echo de menos ciertos adultos con la oscuridad metida dentro, un castigo siempre a mano, portadores de verdades absolutas y asfixiantes. Eso es, sobre todo, lo que no echo de menos. Que me dijesen que estaba tan mal pasármelo tan bien.

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