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·31 May 2025
Lo que dijo Andrés Escobar después de ganar la Libertadores

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·31 May 2025
Parcero, hay momentos que quedan tatuados en el alma del hincha, instantes que no se olvidan jamás, que se cuentan con orgullo generación tras generación. Uno de esos fue el 31 de mayo de 1989, cuando el Verde del alma levantó por primera vez la Copa Libertadores. Y ahí, en medio de esa historia gigante, estaba él… Andrés Escobar, el caballero del fútbol, dejando su huella imborrable en la gloria eterna.
Ese día en El Campín fue pura tensión, puro aguante, pura fe verdolaga. Olimpia no fue cualquier rival, y Nacional no fue cualquier equipo. Fue una familia, una banda de guerreros que creía, que soñaba, que lo dejó todo por un país entero. Y entre todos ellos, Andrés se paró firme, con el alma en los botines y la mirada limpia de quien sabe que está escribiendo historia.
Cuando llegó la tanda de penales, parce, el corazón casi que se salía del pecho. Y ahí fue cuando Andrés, el mismo que jugaba como si fuera un poema en la cancha, se paró frente al balón. Silencio total. Golpea con seguridad, con elegancia, con carácter. ¡Golazo! Ese fue su aporte en la definición, con la frialdad de un crack y la humildad de un grande.
Después del pitazo final, entre abrazos, lágrimas y la Copa en alto, Andrés soltó una frase que hoy retumba con fuerza en todos los corazones verdolagas: “Ganar la Copa Libertadores con Atlético Nacional es la alegría más grande que he tenido en el fútbol.” ¡Qué belleza, parcero! Esa no es solo una frase, es una declaración de amor eterno al Verde.
Y es que Andrés no era solo un defensor. Era un símbolo, un ejemplo, un tipo que jugaba con el alma y el corazón por la camiseta. Su legado va mucho más allá de esa Libertadores. Nos enseñó que se puede jugar bien, con respeto, con clase y con pasión. Nos mostró que defender el escudo es una misión sagrada.
Hoy, tantos años después, los verdolagas seguimos recordando esa noche mágica como si fuera ayer. No solo por la Copa, sino por quienes la hicieron posible. Andrés está en cada bandera, en cada cántico, en cada lágrima de alegría que se derrama en el Atanasio. Él es eterno, es parte del ADN verdolaga.
Así que gracias, Andrés. Gracias por tu fútbol, por tu entrega, por tu gol en esa final inolvidable. Gracias por regalarnos la alegría más grande de todas. Porque ese 31 de mayo del 89, no solo levantamos una copa: levantamos el alma, la historia, y el orgullo de ser hinchas del más grande… ¡del Rey de Copas, parce!
El 31 de mayo del 89 Nacional tocó el cielo por primera vez