Un 10 Puro
·20 June 2025
Juega el Mundial de Clubes y cura tu ombliguismo

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·20 June 2025
Desde tiempos de Sócrates y Platón que la humanidad se preocupa especialmente por el concepto de alma. Precisamente Platón rescataba al alma como la única verdad del ser humano, donde reside su esencia, el elemento eterno de las personas. Más tarde sería San Agustín quien retomara el alma platónica y decía que lo importante no estaba en el exterior, sino en conocer el alma propia, que era la única forma de llegar a la verdad.
El alma es incorruptible. Lo único incorruptible. En un mundo externo en constante cambio, el alma es nuestra única certeza. Porque los tiempos cambiarán, serán peores o mejores, y el cuerpo se deformará, peros los seres humanos encontrarán dentro suyo la esencia que no permuta, que mantiene, que permite mantener la luz en la tempestad.
No hay millones de euros que alteren al alma, y el nuevo Mundial de Clubes llegó para recordárnoslo. Los clubes sudamericanos nos han dado una lección de amor propio, de identidad, de orgullo. De una esencia, un alma, que no se minimizará por mucho que lo intenten.
El fútbol sudamericano lleva ya muchas décadas doblegado por el poderío económico europeo. Los clubes ya se acostumbraron a ser saqueados cada verano. El aficionado del Nuevo Continente sólo puede disfrutar de sus mejores futbolistas durante un par de semanas cada tantos meses cuando juega la selección y los futbolistas asumen que un buen semestre les valdrá un pasaje hasta el otro lado del Atlántico. Se ha normalizado que los equipos se conformen con una o dos temporadas de su adolescente favorito antes de que llegue el grande europeo de turno con su chequera.
Con sus millones, el fútbol europeo le ha quitado al sudamericano no sólo a sus grandes joyas, sino su prestigio. Se han ocupado de hacer de menos la calidad de brasileños, argentinos y compañía, se ha dado por sentado que ningún jugador es realmente bueno hasta demostrarlo en Europa y se ha rebajado el valor de la Copa Libertadores hasta lugares absurdos.
En Estados Unidos, los sudamericanos tenían la oportunidad de devolver los honores y vengarse tras tantos desprecios. Así lo han hecho. El campeón de la Copa Libertadores, que es también actualmente el octavo clasificado en su liga, superó al PSG que tan invencible había parecido hasta el pasado domingo. Lo mismo hicieron antes Boca, Palmeiras y Fluminense; dejaron claro que los millones de diferencian no deforman su alma, su identidad, su talento, su cultura, su gen competitivo.
Poco valen las excusas que minimizan la relevancia del Mundial de Clubes de parte de un continente donde se pagaron diez millones de euros por tener a Trent Alexander-Arnold dos semanas antes, donde Jude Bellingham aplazó su operación de hombro para jugar y donde el campeón de Europa, que terminó su temporada hace un par de semanas, sale con su once de gala en la primera jornada y lo vuelve a presentar en la segunda cuando se ve en urgencias. Lejos ha quedado la premisa de equiparar la cita mundialista con un torneo amistoso cualquiera.
Lo normal sería que un europeo termine ganando el Mundial; de hecho, lo normal sería que incluso las semis del torneo sean completamente europeas. Pero eso no borrará que los clubes sudamericanos en esta fase de grupos están dando una dosis de humildad a un fútbol europeo que se ha cansado a lo largo de los años de debilitarlos y mirarlos por encima del hombro. Ya es histórico sólo por eso; porque reforzó el orgullo de los sudamericanos y ratificó que su alma es incorruptible.
Imagen de Harry How/Getty Images