Emelec se colgó la medalla de la ineptitud en una campaña horrenda | OneFootball

Hablar del Club Sport Emelec versión José Pileggi y compañía es sinónimo de todo lo que está mal. En contados meses se desplomó un castillo que había destacado en temporadas anteriores, hasta el punto de quedarse en el limbo.

No se clasificó a ningún torneo continental, y eso que en nuestro medio, el meterse por lo menos a la Copa Sudamericana, ya parece una situación de simple dignidad. Ni si quiera octavo, eso en resumen con el Club Sport Emelec.

Todo comenzó mal. De entrada, la dirigencia que en esos momentos todavía lucía robusta, antes de la desbandada de varios personajes, cortó un proceso que inició con aspavientos con Miguel Rondelli, director técnico argentino que no tuvo la posibilidad de desarrollar su idea tras ser sacado de la Universidad Católica de Quito.

Llegaría Hernán Torres, con quien el equipo tampoco jugó bien. Si bien el mérito del colombiano fue imponer su disciplina en la interna de un equipo que tuvo en ese acápite futbolístico a su pata floja, el conjunto nunca agradó, y eso que sobre el final de la temporada los resultados comenzaron a dárseles; después de semanas y semanas sin saber lo que era ganar. Décimo tercero en la primera etapa, rondando el descenso; sexto en la segunda y finalmente décimo primero en la acumulada, significó una deshonra para uno de los equipos más exitosos de nuestro país y recurrente embajador en los campeonatos de la CONMEBOL.

Lo futbolístico, obviamente, fue de la mano con lo dirigencial. Para muchos, el trauma de un nuevo comienzo era algo normal. Para otros, la administración de José Pileggi fue un verdadero fracaso. Incapaz de reconocer sus errores, al directivo no sólo se le achaca lo mal que jugó el equipo de primera, sino también decisiones que abrieron las puertas de la gratuidad a figuras emblemáticas y patrimoniales del Bombillo, como Sebastián Rodríguez y Dixon Arroyo; quienes se fueron sin dejarle un solo centavo de utilidad a la institución.

En lo disciplinario también se pagó derecho de piso. Las novatadas. Un verdadero escándalo, al que no se lo magnificó como ameritaba, protagonizaron quienes llegaron para referenciar la temporada del equipo, Miller Bolaños y Brayan Angulo. No hubo un manejo adecuado, al punto de darse la renuncia del único funcionario que se atrevió a ser tajante al respecto de lo que había ocurrido en la concentración del Ballet Azul. Todo el que pensaba diferente a un Pileggi incapaz de gestionar las cosas, acababa fuera del organigrama.

Finalmente, la situación financiera. El presidente del equipo acanalló a su predecesor, Nassib Name, de haberlo dejado atado de manos y en medio de una situación escandalosa, pero lo cierto y visible fue que, contrario a años pasados, el plantel hizo que su reclamo se escuche públicamente con entrenamientos cancelados y posturas de protesta. En los tribunales, el elenco Azul estuvo, y está, condenado a múltiples suspensiones por parte de FIFA por deudas vencidas que no han sido cubiertas. La gestión de auspicios fue limitada. Y la aprobación de parte de sus socios y seguidores, limitados en elecciones a escoger entre el hambre y la necesidad, goza de todo el rechazo.