
La Galerna
·13 June 2025
El silencio de los decibelios

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·13 June 2025
Hay silencios que ensordecen. Y luego está el de "Ruido Bernabéu", ese colectivo espontáneo, esa agrupación de biempensantes con oídos hipersensibles y principios selectivos que ha hecho del decibelio un arma política y del Real Madrid su víctima acústica predilecta. Luchadores incansables contra el estruendo merengue, han guardado, sin embargo, un sepulcral silencio ante una noticia que debería, por lógica y coherencia, haberles hecho convocar asambleas de urgencia, manifiestos vibrantes y caceroladas con sonómetro:
El Ayuntamiento de Madrid ha emitido un informe en el que se confirma que el Wanda incumple la normativa de contaminación acústica.
No lo digo yo, lo dice el consistorio. La misma institución que, cuando se trató de cuestionar al Bernabéu, parecía un híbrido entre Greenpeace, la OMS y la Inquisición. Pero en este caso, ¡ay!, se trata del estadio del Atlético de Madrid. El equipo del pueblo. El club de los amores del Alcalde. El hijo pródigo del sur. El protegido por un manto de institucionalidad indulgente y una prensa más dispuesta a glorificar mosaicos que a señalar ilegalidades.
Recordemos, si hace falta, que el colectivo "Ruido Bernabéu" surgió en 2021 como reacción al proceso de remodelación del estadio blanco. Alegaban que el nuevo estadio afectaría al descanso de los vecinos, que el tráfico colapsaría el barrio, que el concierto de Taylor Swift haría explotar todo Madrid. En resumen, que el Real Madrid pretendía convertir Chamartín en Las Vegas con videomarcador.
Cual cruzados de la acústica, fueron recibidos por concejales, debatidos en plenos, entrevistados en medios, y tratados con la solemnidad de un grupo de víctimas del ruido. Se personaron en causas, firmaron manifiestos y exigieron informes. Fueron la voz molesta —y amplificada— de un Madrid que no soporta que el club más grande del mundo brille sin interferencia.
Ahora que el Wanda (pido disculpas, o no: Cívitas Metropolitano, que el naming también paga silencios) ha sido pillado literalmente fuera de la ley acústica, cabe preguntarse: ¿dónde están esos guardianes del decibelio? ¿Dónde su Comité Ético del Sonido? ¿Dónde su aparato mediático? ¿Dónde los micrófonos ahora?
El silencio es atronador. Pero ya sabemos: hay ruidos que molestan según quién los emita. Lo que en Chamartín es terrorismo acústico, en San Blas es “animación ambiental”.
El silencio es atronador. Pero ya sabemos: hay ruidos que molestan según quién los emita. Lo que en Chamartín es terrorismo acústico, en San Blas es “animación ambiental”
El informe del Ayuntamiento no deja lugar a dudas. Los niveles de ruido registrados en los eventos celebrados en el Metropolitano superan los límites legales, afectando a la calidad de vida de los vecinos y generan un incumplimiento continuado de la normativa municipal. En otras palabras: el estadio rojiblanco contamina acústicamente su entorno.
Y sin embargo, el tratamiento institucional es de una tibieza sonrojante. Nadie exige cierres. Nadie amenaza con multas ejemplares. Nadie convoca a los vecinos en asamblea revolucionaria. Porque, claro está, el Atlético cuenta con una relación privilegiada con el Ayuntamiento de Madrid, tejida durante años de favores, cesiones, recalificaciones, amores del Alcalde y sonrisas cómplices.
No olvidemos que el traslado del club al estadio actual fue una operación urbanística plagada de opacidad, avalada por el mismo Ayuntamiento que ahora se limita a “tomar nota” del exceso de ruido, como si el informe fuese una carta al buzón de sugerencias del supermercado.
La historia reciente del Atlético de Madrid está marcada por una connivencia estructural con los poderes municipales. El club recibió en su día el beneplácito para ocupar La Peineta, luego reconvertida en estadio de fútbol con el dinero de todos y el aplauso de algunos. Cualquier crítica fue apagada con la retórica del "equipo del pueblo", como si la masa social fuera inmunidad diplomática.
El Estadio Santiago Bernabéu, el verdadero templo del fútbol mundial, ha tenido que justificar hasta el grosor de sus baldosas ante cada nuevo permiso de obra. Un periodista escribió una vez que al Real Madrid no se le permite cortar una calle sin que aparezca una plataforma vecinal en contra. Al Atlético, en cambio, se le cede suelo, se le regula el entorno y se le aplaude cuando invade los decibelios ajenos.
El Atlético ha encontrado en el Ayuntamiento una familia política leal. Cambian los gobiernos, pero no cambia la benevolencia. Izquierdas o derechas, todos coinciden en lo mismo: mejor caer bien en Neptuno que ajustar cuentas.
La clave de todo esto no está solo en el informe técnico —alarmante, sin duda—, sino en la reacción (o ausencia de ella) de quienes, en otras circunstancias, habrían hecho del asunto una cuestión de Estado. Cuando el ruido es blanco, los indignados proliferan. Cuando el ruido es rojiblanco, el eco es sordo y el Twitter de "Ruido Bernabéu" parece el de un bot soviético en modo ahorro.
Uno sospecha que, si mañana el Bernabéu organizase un torneo de ajedrez con aplausos moderados, aparecería alguien con un medidor de ondas para denunciar vibraciones subterráneas. Pero en el Wanda pueden reventar altavoces y los vecinos, según parece, deben llevarlo con deportividad cívica.
Cuando el ruido es blanco, los indignados proliferan. Cuando el ruido es rojiblanco, el eco es sordo y el Twitter de "Ruido Bernabéu" parece el de un bot soviético en modo ahorro
Todo esto está en clara conexión con los cientos de presuntas irregularidades que se han detectado en la construcción/remodelación del Camp Nou (para dejarlo igual que estaba, mirusté). El club del que usted me habla es el que pagó millones de euros al vicepresidente de los árbitros durante décadas para comprarse literalmente el sistema arbitral español y obtener, por ende, los títulos nacionales (y extranjeros, quien lo dude, UNICEF está ahí) que ha conseguido de forma fraudulenta Y AÚN NO HA PASADO NADA. Que no se olvide. Ese paquidermo institucional que camina entre los escándalos como si flotara sobre incienso. Los dos clubes, el mejor de Canillejas y el del Spam, van de la mano en favores de las instituciones patrias.
No es solo que el Atlético de Madrid esté violando la ley del ruido. Es que lo hace amparado por una red de silencios voluntarios: el del Ayuntamiento, el de los medios, el de las plataformas activistas de cartón-piedra. Es un escándalo administrativo, pero también es un reflejo de cómo la narrativa impuesta sobre el "equipo del pueblo" sirve para eximirle de las obligaciones del resto.
El Santiago Bernabéu es una diana. El Wanda, una metáfora del privilegio envuelto en falsa humildad.
Hay quienes gritan para exigir silencio. Y hay quienes hacen ruido, pero callan cuando conviene.
Y en ese silencio está, como siempre, la verdadera obscenidad.
Me despido como siempre, diciéndoles que ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida… ¡Hala Madrid!
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