El balón | OneFootball

Ahora es tiempo de hibernar para el sevillismo. Saber parar es más importante que saber hacer. El secreto de la vida reside en la autocontención celular; por eso es tan terrible el cáncer, porque rompe esta somnolencia natural. Cuando una célula viva se enfrenta al estrés ambiental, su actividad metabólica se reduce considerablemente hasta que las condiciones ambientales mejoran.

No hace mucho, se creía que se trataba de un proceso pasivo en el que las enzimas simplemente se volvían inactivas. Ahora está claro que los organismos utilizan mecanismos específicos para inactivar o proteger la maquinaria celular de los daños durante el estrés metabólico. Esto implica colocar enzimas en un estado controlado de hibernación molecular.

Investigadores en biología celular han identificado en este año 2024 a Balón: una nueva familia de factores de hibernación de ribosomas (biomáquinas moleculares presentes en todas las células y responsables de la expresión de los genes). Los homólogos de Balón están presentes en aproximadamente el 20% de las bacterias estudiadas. Balón posee un mecanismo de unión a ribosomas único que le permite asociarse con una característica que lo distingue de todos los demás factores de hibernación conocidos hasta el momento.

En este parón navideño, toca echar mano de nuestros balones familiares (de la familia del Sánchez Pizjuán) para entrar en un pequeño, pero intenso proceso de hibernación, solo roto para ir este lunes al primer homenaje, de los muchos que vendrán, al que, ahora sí, ya es una promesa viva en los sueños del sevillismo: el niño Jesús de Los Palacios. Como nos recuerda el descubrimiento de la proteína llamada “Balon” en las oscuridades blancas del permafrost del Ártico: vivir es, en gran medida, dormir y dormir es soñar.

La neurociencia ha demostrado que el sueño es un dispositivo clave para mantener y restaurar la memoria. Sin sueño, no hay memoria. El sueño no es tan relevante para retener la conciencia del pasado como para abrir la percepción del futuro. Soñamos para adivinar, predecir y producir el futuro.

Los sueños lúcidos tienen la virtud de ahorrar energía y restaurar heridas. Los sueños lúcidos son un tipo de experiencia onírica en la que la persona es consciente de que está soñando mientras el sueño ocurre. Este estado de consciencia permite, en muchos casos, tener cierto grado de control sobre el contenido, la narrativa y las acciones que ocurren dentro del sueño. Usemos, pues, el sueño lúcido y soñemos que en la carrera de Utrera ya corren niños y niñas con la gracia y la persistencia de Jesús.

Soñemos que ese delantero brasileño —ya dicen— está al caer; sea un nuevo “o fabuloso” escondido en campeonatos secretos del oriente futbolístico. Soñemos la paz entre la diligencia sevillista. Soñemos que todos los días nacen nuevos y nuevas Biris que lloran con lágrimas súbitas al acercarse a Nervión. Nuestro futuro no será igual al producto de nuestras acciones, sino a nuestros sueños. Es tiempo de dormir. El balón que no rueda es ahí donde reside nuestra esperanza. El Balón que seremos.

“Cada vez que pienso que me tengo que morir, echo una manta en el suelo y me harto de dormir»

(Fandango, Paco Toronjo)