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La Colina de Nervión

·28 May 2025

Del Nido

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No ha hecho más que iniciar su etapa al frente de la gestión del Sevilla Fútbol Club y José María del Nido Carrasco ya se ha instalado como el peor presidente en el siglo XXI y con dificultades para ser superado en el futuro, al menos en el más inmediato. Las torpezas del conocido entre el sevillismo como Junior son equiparables, para quienes peinan canas, con su ínclito homónimo González de Caldas, quien estuvo al frente de la entidad entre 1996 y 97, protagonizando una de las gestiones más ineficaces y turbulentas que, como era previsible, terminó con el club descendiendo a la segunda división. Era el momento en el que se dilapidaba el dinero de la entidad en fichajes de futbolistas a los que les “temblaban las piernas” cuando saltaban al Sánchez-Pizjuán como llegó a explicar el extremo argentino Cristian Colusso, cuya contratación ya se calificó cuanto menos como sospechosa.

En el momento actual, el dinero ya no se dilapida, por la sencilla razón de que no hay. Ya ha sido inútilmente gastado en temporadas anteriores, en operaciones de dudosa rentabilidad, como el pago de rescisiones de contratos de jugadores defenestrados o las onerosas cesiones de futbolistas que defienden otros colores… pero cobran millones procedentes de las depauperadas arcas del Sevilla Fútbol Club. Incluso, atacando los intereses del club que les paga, como ha ocurrido recientemente con Joan Jordán o Januzaj. Son solo dos detalles de la desastrosa gestión que está realizando el triunvirato Junior-Castro-Orta, cuyo próximo capítulo se escribirá este verano sin expectativa alguna de que vaya a ser mejorado con respecto a los anteriores, como ya se están encargando de demostrar los primeros pasos de la planificación venidera.


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Recién concluida la temporada, el sevillismo asiste atónito al debate sobre la contratación del futuro entrenador. Aparecen nombres como Bordalás o Imanol, cuyas propuestas futbolísticas se parecen como un huevo a una castaña. Así, se pone de manifiesto el galimatías mental que tienen los gestores nervionenses, puesto que su primera decisión debería ser respecto a la continuidad del director deportivo. Es decir, quién tiene que diseñar la configuración de la plantilla de una temporada en la que, bajo ningún concepto, el Sevilla Fútbol Club puede volver a repetir el deprimente espectáculo acontecido en los últimos nueve meses. Como afirmaba metafóricamente en una de sus últimas comparecencias públicas el entrenador Joaquín Caparrós, la pelota lleva varios años tocando en el palo y esta temporada se ha paseado por la línea de gol. Por lo tanto, hay que evitar que vuelva a repetirse porque la próxima vez el balón va a entrar y será un gol en propia meta que mande al club a segunda división.

En las próximas semanas habrá que calibrar si el ofrecimiento de Del Nido Benavente para una reconciliación es sincero o si vuelve a ser una maniobra absurda de quien viene demostrando haber perdido el tiempo de los acontecimientos. Su empeño por desacreditar a su propio hijo y por ganarse el favor de la afición revela que el reloj se le ha parado en el siglo XX y aún no se ha enterado de que los presidentes de los clubes ya no se eligen por votación de la masa social sino de la masa accionarial. Recibir el apoyo y los abrazos en la calle ya no es el procedimiento para “alcanzar el poder”, como él mismo ha manifestado en más de una ocasión en la que le ha traicionado el subconsciente y ha dejado en evidencia cuál es su verdadera preocupación. El poder, el trono, como también ha manifestado, es su verdadero interés; y por supuesto, el dinero que se embolsa quien controla la entidad; lo cual queda bastante claro también en el caso de su primogénito, un auténtico incompetente que no ganaría en ninguna otra empresa la millonada que le paga el Sevilla Fútbol Club.

Si tuvieran más inteligencia y menos soberbia, ambos renunciarían a tanta avidez de poder y se centraría en el dinero. Quizá así llegarían al convencimiento de que solo un mal acuerdo, y no un buen pleito, les puede permitir rentabilizar sus acciones antes de que hundan al club en Segunda división, con la consiguiente depreciación de sus títulos. De su avaricia ya han dado buena muestra; ahora tienen la oportunidad de demostrar su inteligencia.

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