
La Galerna
·18 July 2025
Annus horribilis

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·18 July 2025
Ha terminado un año horrible, todo sea dicho. Me refiero, por supuesto, a la sequedad de una temporada marcada por la mala fortuna, la incapacidad personal y colectiva de la plantilla y la directiva, así como por el consabido histerismo del madridismo en general. Ha sido un año malo rodeado de exuberancia épica y felicidad, pero ya se sabe cómo opera el cerebro de los simples mortales: basta una espina, por pequeña que sea, para que el delicioso pescado se convierta en una porquería. En el caso de los madridistas no podía ser menos. No son pocos los que olvidan la gloria reciente y maldicen cual bucaneros porque las cosas vienen mal dadas. Tienen una característica —a mi juicio— trágica: antes que la paz del alma, prefieren la vulgaridad de tener razón a toda costa. Pero en fin, la verdad es lo que tiene, que se defiende a sí misma.
El año fue malo y doloroso, cuesta arriba siempre, árido e infeliz como recuerdo muy pocos en estas épocas recientes, con algún pequeño brote que no hizo sino acentuar cruelmente el dolor de contemplar la fatalidad de un buque a pique. Para el hombre de empresa, un año malo es siempre inevitable y es, además, fuente de conocimiento invaluable; para el aficionado de un equipo de fútbol, que es como un niño enamorado de su maestra, es impensable: todo ha de cumplirse ahora mismo para satisfacción y goce permanente de quien teniendo pocas razones de goce en su mundo civil, se hunde de cabeza en las tibias aguas de una fantasía solitaria.
Quienes protestan airadamente contra este año ruinoso se autodenominan críticos. Asumen que esto los defiende y justifica, pero creo que simplemente no saben lo que hacen y dicen. Son criaturas emocionales y confunden los berrinches con juicios, cuando son exactamente dos polos opuestos. El ejercicio de la crítica supone la supremacía de la razón, la capacidad para diseccionar con el escalpelo de la lógica una estructura en sus partes, analizar y destacar argumentalmente por qué se piensa tal o cual cosa y, sobre todo, cómo podría solucionarse de manera realista un problema; pero ellos le llaman crítica a cagarse en los muertos de tal o cual, solo eso.
El ejercicio puntual de la crítica es demasiado para la gran mayoría de los habitantes de este planeta. El ser humano es una criatura reactiva y visceral, con un cerebro tribal que se regodea en los placeres básicos de la pertenencia identitaria y que, en consecuencia, actúa de modo iracundo contra todo lo que asume como amenaza de esa seguridad instintiva. Son hombres del neolítico temerosos de perder el punto de apoyo sobre el que han apalancado la confianza de una mente perpetuamente amenazada.
El año fue malo y doloroso, cuesta arriba siempre, árido e infeliz como recuerdo muy pocos en estas épocas recientes, con algún pequeño brote que no hizo sino acentuar cruelmente el dolor de contemplar la fatalidad de un buque a pique
El Real Madrid crece y se fortalece. Esa es la verdad que a mí me importa. Sobre lo grande ha sido capaz de construir lo portentoso, trabajando con una precisión y una fuerza ejemplares. Se han cometido errores, como que humanos somos todos, pero estos ni son catástrofes, ni se ha pretendido ocultarlos barriéndolos bajo la alfombra de la demagogia. Han sido más de dos décadas en las que se ha consolidado una cultura del esfuerzo dirigido, el trabajo en equipo, la adaptación al cambio y la innovación. Es una organización paradigmática fuera de toda sospecha en el ámbito empresarial.
El liderazgo de Florentino Pérez es modélico y su impronta no solo ha quedado en los activos del club, sino en la mirada atenta de otros clubes deportivos que ven en el presidente del Real Madrid un ejemplo y una pedagogía. El tiempo pasará y con él Pérez Rodríguez, pero su legado quedará y actuará en lo que sea haya de venir después de su gestión. Alejado ya de las bagatelas del poder y la política, quiero creer que el madridismo en general sabrá apreciar algún día lo que hoy ignora o abiertamente desprecia.
Si los años recientes han sido grandiosos, es natural que un tropiezo cale hondo. Es un asunto de contraste. Todo parecerá desde hoy poco después de haber vivido los mejores años en la historia de este club. Anoche mismo pensaba, mientras corría mis doce kilómetros de rigor, en la posibilidad de que muera (tengo 49) sin ver otra Copa de Europa siendo colocada en la vitrina de trofeos del Santiago Bernabéu. No sería estadísticamente una anomalía, ni mucho menos. No me hace sentir mal pensar en ello porque me mueve el ímpetu del agradecimiento, que es el que nos limpia la mirada y nos devuelve el asombro que alguna vez tuvimos siendo niños. No es poca cosa. Lo que he visto y vivido ha sido extraordinario y yo no tengo vela en el entierro; el mérito es claramente de otros y yo me afilio a él desde la voluntad y la buena fortuna.
Ser madridista es un hermoso accidente. Solo eso. Frente a la inmensidad del Real Madrid no podría cometer la osadía de la exigencia, que no es, como dicen algunos pendencieros, la causa principal de su grandeza. Frente al Real Madrid solo puedo dejarme tocar por esa fuerza invisible y sobrenatural que posee lo sublime. Luego me callo porque el silencio es el lenguaje propio de lo sagrado.
Frente a la inmensidad del Real Madrid no podría cometer la osadía de la exigencia, que no es, como dicen algunos pendencieros, la causa principal de su grandeza. Frente al Real Madrid solo puedo dejarme tocar por esa fuerza invisible y sobrenatural que posee lo sublime
Nota Bene: La casta parasitaria de Youtube se agita este verano más que nunca. Son una charca de pirañas hambrientas y viven del caos que ellos mismos generan. Y no, no me refiero al explícito antimadridismo de toda la vida, sino a aquellos que se identifican bajo el marchamo de “Youtube Real Madrid” y que no son sino advenedizos locuaces que han encontrado en el autoempleo digital la forma de pagar sus cuentas. Por lo tanto, es mucho más que comprensible la deriva visceral y enloquecida que han tomado. Medran en la atención de una masa hipnotizada por el sonsonete del rumor que no termina nunca, que no se cumple nunca y que tampoco importa. Son peores que la prensa tradicional porque aquella va a cara descubierta y estos se mueven con el sigilo alevoso de las emboscadas guerrilleras. No tienen más fidelidad que aquella que le profesan a su bolsillo. Lo triste es ver la facilidad con que seducen a cientos de miles, sin más recursos que la baba, un micrófono y muchísima desvergüenza. Diría que me sorprende, pero no es cierto. “Nada me desengaña, el mundo me ha hechizado”, decía Quevedo. Pues eso mismo, ya tengo edad suficiente para estar plenamente de acuerdo.
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