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·2 November 2024
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Nadal levantó su primer título ATP en el año 2004 en Sopot, inaugurando así un palmarés que se eleva hasta los 92 entorchados
15 de agosto de 2004: primer título profesional de Rafael Nadal Parera. Una fecha que pasará a los anales de la historia como el nacimiento de una estrella, de un joven que se convertiría en leyenda. Sopot, un pequeño pueblo polaco de 40.000 habitantes, lo vivió en primera persona. Un chico espigado y melenudo que ya sabía lo que era ganar a Federer, Moyá o Albert Costa, entre otros, no perdió ni un solo set en toda la semana. Bajo la brisa del Báltico se movía de maravilla, pues él también desprendía cierto aroma vikingo.
Varios meses más tarde, en Sevilla, se lanzaría a escribir historia defendiendo al combinado nacional. Sin embargo, antes de ello, pasó por varios momentos no tan bonitos de cara a la galería como la lesión que le volvió a dejar fuera de Roland Garros o los duros correctivos de principio de temporada. Y, es que, 2004 fue para Nadal una campaña de maquetación y carburación esencial para su progreso como jugador. Retocó los detalles necesarios para, a partir de la siguiente, convertirse en invencible.
Nadal se retirará como el rey de la tierra batida. No ha existido ni existirá, al menos en un futuro próximo, un jugador tan determinante sobre el polvo de ladrillo. Pese a ello, en sus inicios parecía tener una auténtica maldición con dicha superficie. Cada vez que llegaba, sufría una lesión que le hacía perderse gran parte de la gira. En 2004 tan solo pudo disputar Estoril, pues fue allí donde se fracturó uno de sus tobillos. El infortunio le obligó a retirarse en tercera ronda y, lo peor, perderse Barcelona, Montecarlo y Roland Garros, entre otros.
Fuente: Photo by Clive Brunskill/Getty Images
Reapareció tres meses más tarde en Bastad. Cómo no, quiso que su regreso fuese en arcilla. Antes, en Miami e Indian Wells, sobre pista dura, ya había dejado buenas sensaciones. Dos partidos ganados en ambos lugares con la particularidad de que, en el Hard Rock Stadium, derrocó a Roger Federer, número 1 del mundo por aquel entonces. Significó el primer duelo entre ambos y, aunque el nivel del suizo decepcionó aquella tarde, transciende más allá del juego. Pues se enfrentarían en 39 ocasiones más.
A la semana en Bastad le prosiguió Stuttgart, Toronto y Cincinnati. Los dos últimos, en pista dura, fueron particularmente complicados para el balear. Cayó en primera ronda en ambos y su juego dejaba mucho que desear. Pero, si algo bueno tiene el tenis, es que de una semana a otra todo puede cambiar. Y Sopot le esperaba para encumbrarle como uno de los más jóvenes en ganar un ATP. En un escenario en el que estaban jugadores de la talla de Safin o Davydenko, brilló un adolescente de 17 años.
Nadal debutó con el combinado nacional en las semifinales frente a Francia con victoria sobre Clement. Venía de caer en segunda ronda del US Open ante Roddick y la Copa Davis significó un bálsamo de confianza para él. Al igual que en 2003, la temporada se le empezó a hacer larga y no logró pasar de la segunda ronda en ninguno de los torneos que restaban. Era como si, la falta de costumbre de estar todo el año fuera, le pasase factura. Y, precisamente por ello, qué mejor manera de cerrarla que en casa.
Fuente: Photo by Nick Laham/Getty Images
España, en concreto Sevilla, albergaba la final de la Copa Davis 2004. Estados Unidos, la gran potencia mundial conformada por Roddick y los hermanos Bryan, eran los otros contendientes. Jordi Arrese contaba con Moyá y Ferrero en sus filas, además del mencionado Nadal. Lo lógico es que, para el primer día, hubiese escogido a Juan Carlos por delante de Rafa, pues la experiencia es un grande y, tanto el escenario como el rival, así parecían pedirlo. Sin embargo, su decisión descolocó a todos.
Era el inexperimentado y jovencísimo Rafa Nadal quién saltaba a la pista para medirse a Roddick, su verdugo del US Open. La primera vez que el balear disputaba un partido de semejante magnitud, con una Cartuja hasta la bandera y la presión de todo un país sobre sus hombros. Lo derrocó en cuatro sets en toda una exhibición de entrega y talento que dejó incrédulo al panorama tenístico. Una estrella había nacido. Y, esa misma estrella, tiene en Málaga la oportunidad de cerrar el ciclo perfecto.
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