Sueña un niño en Zadar | OneFootball

Sueña un niño en Zadar | OneFootball

In partnership with

Yahoo sports
Icon: La Galerna

La Galerna

·27. Mai 2025

Sueña un niño en Zadar

Artikelbild:Sueña un niño en Zadar

El niño llevaba mucho tiempo lejos de casa. Últimamente pasaban a su alrededor cosas extraordinarias. Se habían mudado de un día para otro y ya no había colegio. Nunca había imaginado que se pudiera vivir en un hotel. Un hotel, en su cabeza, era un sitio para estar de vacaciones. Sus padres los trajeron un día, a él y a su hermana, deprisa y con un montón de bultos, en maletas hechas corriendo. Era evidente que algo no iba bien. Apenas pudo despedirse de su abuelo. De vez en cuando, todo el mundo allí, en el hotel, se volvía loco. Sonaban sirenas en alguna parte y el ruido era insoportable. Entonces, la gente gritaba. Decían: los serbios, los serbios, ya están aquí las bombas de los serbios, y bajaban volando al sótano mientras de fondo él oía unos estampidos tremendos, como los de las películas. Sus padres estaban muy serios y sólo hablaban de la guerra. El hotel estaba lleno de gente. Había maletas, mantas, toallas, bártulos, viejos con bastones y niños y bebés que gritaban por todas partes. Menos mal que tenía consigo su balón.

Artikelbild:Sueña un niño en Zadar

Modric con su abuelo


OneFootball Videos


Cuando se aburría, el niño salía al aparcamiento. Podía chutar a las paredes durante horas, sin parar, una y otra vez. Imaginaba que estaba en un estadio. Las gradas, abarrotadas, coreaban su nombre. También había serbios entre el público. Él había visto muchos, en el pueblo, estaba acostumbrado a ellos. Vivían cerca de su abuelo y no entendía muy bien por qué, de repente, eran tan malos y la gente les tenía tanto miedo. Una vez sonó la sirena cuando reventaba a balonazos la pared del hotel. Alguien lo agarró y lo bajó en volandas al refugio. Cuando pudo salir a la superficie y escapar de aquel horrible lugar en el que todos se apretujaban a oscuras, encontró su pelota en el aparcamiento, milagrosamente intacta.

Ya no se separó nunca más del balón. Respiraba a través de él. Dormía con él, lo convirtió en un apéndice de su cuerpo. Llegó a conocer cada centímetro de aquel pequeño mundo del hotel gracias al cuerpo esférico de la pelota: las losas sueltas del suelo de los enormes baños, el parqué roto del gran comedor, el cemento duro del parking, en el que caerse era lo mismo que dejarse media rodilla. Su padre jugaba a veces con él, pero casi siempre se quedaba vigilándolo mientras fumaba y mataba el tiempo con otros hombres en el aparcamiento. Pero, al final, jugar solo acaba siendo aburrido. Empezó a regatear coches y furgonetas, a sortear filas de baúles y de carros. Muchas veces le llamaron la atención a voces por golpear la puerta giratoria de cristales de la entrada principal. Soñaba con que centraba al corazón de un área donde nunca llegaba a rematar nadie.

Artikelbild:Sueña un niño en Zadar

Deseó con tanta fuerza que hubiera alguien que jugara con él que empezó a soñar con alguien por las noches. Era flaco y rubio como él. Hablaba en una lengua extraña, que él no conocía. Sin embargo, se entendían los dos con el balón, de manera natural. No era necesario hablar. Él sabía siempre dónde estaría colocado el otro.

En el sueño, el niño siempre le pedía que le centrara el balón. Con gestos, con palabras en una lengua desconocida que, sin embargo, de algún modo prodigioso, conocía, le señalaba exactamente el dintel de la puerta del hotel. Él lo intentaba, lo intentaba sin parar, pero siempre ocurría algo: la puerta se abría de repente y el balón salía despedido por ahí, o el otro niño se chocaba contra alguien que pasara justo en ese momento, o él golpeaba fatal el balón y el otro, por más que saltara, no podía alcanzarlo. Se frustraba y, hasta el sueño, llegaban las palabras de aquel entrenador de Split que, meses antes, le dijo a su padre: el niño no vale para el fútbol.

Entonces, por la mañana cuando despertaba, volvía obsesivamente al aparcamiento y volvía a chutar. Una vez y luego otra. La bola subía demasiado u, otras veces, se quedaba en un vuelo bajo y corto, como el de una paloma. Por la noche soñaba de nuevo y, por fin, el otro niño rubio saltaba como un superhéroe de las películas, por encima de todo, y conseguía rematar de cabeza. Al despertar, seguía pensando en ello mucho tiempo, abstraído, hasta que su madre lograba sacarlo de la cama. Una noche soñó que ponía un centro perfecto y que el otro niño, pasando por encima de un coche como si tuviera alas, lograba peinar el balón con la sien y dirigirlo hacia su izquierda, al lado inferior del vano de la puerta, en el preciso instante en que por ella pasaba alguien. El balón se coló con limpieza por el hueco y siguiendo el movimiento giratorio de la puerta, entró en el hotel. Los niños se abrazaron gritando alborozados.

Artikelbild:Sueña un niño en Zadar

Esa mañana, al final de aquella extraña primavera, se despertó muy contento, con muchas ganas de salir a jugar. Con el balón bajo el brazo se escurrió de la habitación sin hacer ruido y alcanzó el aparcamiento volando. Se situó en el mismo lugar desde el que había centrado en el sueño y miró fijamente la puerta del hotel. En ese momento apenas había nadie por allí, era un día extrañamente tranquilo y no había noticias tampoco de los serbios. Empezó a soplar una ligera brisa y eso le irritó: el viento era lo peor que había para jugar al fútbol, podía soportar la lluvia y el frío y el calor, pero no el viento. Respiró hondo y se obligó a esperar. El corazón le latía con fuerza, no sabía por qué estaba tan excitado. Quizá, pensó, aún seguía durmiendo y soñando. Dio dos pasos hacia atrás, se recogió con un gesto de la mano el pelo por detrás de la oreja y golpeó con el interior de su pie derecho. El balón describió una parábola suave y perfecta y en el momento en que se abrió la puerta un gato de color saltó de alguna parte, dos metros, y chocó con la pelota. El balón se introdujo, con una carambola perfecta, por el vano de la puerta giratoria, igual que en el sueño. La puerta que se había abierto en ese justo momento, aunque él no viera entrar ni salir a nadie.

Getty Images

Impressum des Publishers ansehen