
La Galerna
·10. Juli 2024
Selección española: ¿amor, odio o todo lo contrario?

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·10. Juli 2024
España es, para muchas cosas, el mejor país del mundo. Para otras muchas, es un país acomplejado, cainita y profundamente contradictorio. Nadie es perfecto, ni siquiera Dean Martin o Sophia Loren.
A la vista de esta introducción, creo haber dejado claro que el chauvinismo no se cuenta en mi nutrido repertorio de defectos. Todo ello viene a colación porque me está costando muchísimo tener una opinión sobre la Eurocopa y, de manera específica, sobre la selección española.
Me está costando muchísimo tener una opinión sobre la Eurocopa y, de manera específica, sobre la selección española
En 1994, quien esto escribe contaba 13 años, y sufrió como casi propia la fractura de nariz de Luis Enrique merced a un codazo propinado por Mauro Tasotti en cuartos de final del Mundial de Estados Unidos. En 2002, con 21 años, me vi invadido por la rabia y la impotencia ante el atracazo de Gamal Al-Ghandour en el partido contra Corea del Sur. Inocente de mí, pensé que jamás volvería a ver un escándalo arbitral de semejantes proporciones. Mi alma estaba limpia, venía de ver ganar a mi equipo tres Champions en cuatro años y esa eliminación, como la del 94, me molestó. A fuer de sincero, he de confesar que, aunque doloroso, ese disgusto era infinitamente menor que cuando era el Real Madrid el apeado de una competición.
Con la llegada de los años de vino y rosas de la selección, su forzada asimilación con el Barcelona y los aparentes concursos de cursiladas que parecían sucederse entre los cronistas deportivos para definir el juego de España y del Barça, vino también cierto recelo. Que está muy bien que la selección española gane, oiga, pero en España siempre ha habido mucha más cultura de club que de equipo nacional, no nos engañemos.
Está muy bien que la selección española gane, pero en España siempre ha habido mucha más cultura de club que de equipo nacional, no nos engañemos
Los voceros mediáticos, aprovechando la tendencia lanar del vulgo, refractario siempre al mínimo esfuerzo por formarse criterio propio y deseoso de comprar la mercancía averiada que le regurgiten sus medios de cabecera, alimentaron la dicotomía Madrid-Barcelona. El club blanco era el mal absoluto, un remedo de la dictadura dirigido por un empresario maligno y con un entrenador portugués que comandaba una banda de mercenarios. El Barcelona era puro preciosismo, un equipo de ensueño formado por buenos chicos que ya quisiera cualquiera como yernos y con un entrenador siempre brillante y encantador ante el que sólo cabía licuarse.
Con esos mimbres y otros sucesos acaecidos, mi desafección por la selección fue cayendo en picado hasta niveles negativos. Sí, quería que perdieran, y lo he mantenido hasta hace bien poco.
En la actualidad, he abandonado esa actitud, que muy bien podría definirse como cainita y, por ello, eminentemente carpetovetónica, por una sana indiferencia. Ese distanciamiento me ha permitido ganar perspectiva y analizar las emociones que me provoca la selección española, como si de un cuadro impresionista se tratase. Lo que de cerca son brochazos sueltos confusos e indefinibles, se convierten, con la distancia, en un paisaje explicable.
Hasta hace bien poco, quería que la selección perdiese. En la actualidad, he abandonado esa actitud, que muy bien podría definirse como cainita y, por ello, eminentemente carpetovetónica, por una sana indiferencia
Me gusta España, por gusto, por lealtad y patriotismo, pero ello no me hace ciego a sus defectos. Extrapolado a la selección española de fútbol, hay cosas que detesto. Detesto la España paleta y acrítica como su prensa deportiva con según quién, corrupta como su Federación de Fútbol y sus periodistas colaboracionistas siempre dispuestos a lanzar la columna de humo que sea necesaria para distraer la atención de sus desmanes.
Detesto también una liga de fútbol profesional pésimamente gestionada salvo para el bolsillo de su presidente, un bocazas que permite que socios y avalistas de uno de sus equipos, casualmente el más corrupto de todos los que la integran, sean quienes suministran las imágenes del VAR.
Detesto un comité técnico de árbitros corrompido y opaco, formado por gente que estuvo no pocos años a las órdenes de un señor al que un equipo de la liga estuvo pagando durante dos décadas y que ahí siguen cobrando pingües estipendios.
Detesto una prensa deportiva que, salvo excepciones, cierra los ojos para lo importante porque es malo para su negocio, mientras que magnifica o miente por la mitad de la barba en aquello que les puede resultar beneficioso a ellos o a sus equipos favoritos, dando muestras de generosidad a la hora de la maledicencia, la cizaña, la carencia de rigor o, como se ha referido, la más directa falsedad. Tampoco deja de resultar digna de inquina su manera de intentar influir y apropiarse de equipos, ya sean clubes o la propia selección española. Odian al Real Madrid porque ya no les permite entrar en el estadio, por no hablar de opíparos gañotes en el Txistu de turno ni filtraciones de alineaciones, teniendo su única oportunidad de acercarse a sus jugadores en las concentraciones de la selección, en la que también intentan mangonear. Por todo lo anterior, también detesto al equipo de la prensa deportiva.
Hay cosas que me horrorizan de mi país, incluida una selección de fútbol sobre la que justo los menos dignos se arrogan derechos ilegítimos, pero eso nunca me impedirá gritar o responder a un VIVA ESPAÑA
Finalmente, detesto el ínfimo nivel en cuanto a expresión oral u escrita de quienes hacen de ella su herramienta de trabajo, debiendo por ello cuidarla al máximo, fracasando estrepitosamente en el intento y, en el mejor de los casos, resultando cursis hasta el extremo. El peor escenario en este aspecto lo tienen en cualquier periódico o tertulia deportiva de cualquier medio.
Por todo lo anterior, no puedo sino concluir que sí, hay cosas que me horrorizan de mi país, incluida una selección de fútbol sobre la que justo los menos dignos se arrogan derechos ilegítimos, pero que eso nunca me impedirá gritar o responder a un VIVA ESPAÑA.
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