
La Galerna
·15. März 2025
Rüdiger y el estruendo del silencio

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·15. März 2025
Marcó Rüdiger y en todas las redacciones se hizo un silencio atronador que nadie supo interpretar, y que todos escucharon con inquietud molesta: un zumbido incomprensible que los embebió en ese estado de confusión que embarga a quien despierta un martes pensando que se había acostado un viernes.
Por suerte duró poco. Las imágenes de Vinicius tocándose la manga de la camiseta y dejando el escudo del Madrid a la vista de todos, como hizo Koke (lo del escudo, lo de la manga, en su caso, solo provocaría hilaridad), devolvió el orden al universo: incluso los martes se pueden encontrar motivos para amar la vida, y no hay ley que no se pueda calificar de injusta cuando somos el bien y nos asiste la razón por decreto (aunque el decreto sea aprobado por el CSD).
Qué pena que el rencor al Real no hubiera nacido en 1936, quién sabe si de ese modo no se habría evitado la gran tragedia española
Así que apenas unos minutos después, toda la prensa, en la enésima demostración del poder que sobre ella ejerce Florentino, salió en tromba para descalificar la victoria del Madrid, que siempre roba, martes y sábados, eso ya se sabe. Así que, en un ejercicio de normalidad democrática y demostración de la importancia del libre pensamiento, todas las cabeceras deportivas del país hablaron de escándalo, atraco, repetición del partido y otras perlas que la libertad de prensa, de conciencia y de hacer el ridículo permiten. Quedó claro que el antimadridismo es capaz de unir a todos los españolitos tanto como un buen negocio, algo que ya nos habían enseñado Tebas y Roures: el ultraderechista y el trotskista unidos por la buena causa del dinero y el odio al Madrid. Qué pena que el rencor al Real no hubiera nacido en 1936, quién sabe si de ese modo no se habría evitado la gran tragedia española.
Porque ningún pensamiento es tan fuerte como para que el antimadridismo no sea capaz de cambiarlo: popes televisivos de la integración justificando el racismo con Vinicius, adalides de la igualdad territorial abrazando cautelares desiguales, defensores del respeto a los árbitros que dos semanas después los critican con la saña que guardamos para los martes que creíamos que eran sábados. Los árbitros ya no son tan infalibles como el Papa de Roma, ya no son los únicos seres de luz en la tierra inmunes a la corrupción (Negreira vive, la lucha continúa) y a las influencias. Volverán a serlo en España, qué duda cabe, pero durante unos días se han convertido en sombras maleables con oscuras intenciones, porque todo es flexible, líquido como se dice ahora, hasta el punto de que podemos convencernos de que un video en RM Televisión adultera más la competición que pagar una millonada al vicepresidente del CTA. No es fútbol (dejó de serlo hace mucho tiempo, bien lo sabe Enríquez), es LaLiga. Y todos los que cobran de ella.
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