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·27. Januar 2025
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Hubo un tiempo en el que la inocencia nos permitía disfrutar del pressing catch sin hacernos demasiadas preguntas. Esos tipos pintarrajeados y musculosos, la mayoría con cara de chiflados, salían al ring dispuestos a todo. Eran combates cuerpo a cuerpo que, con el tiempo, crearon grandes rivalidades, como la del Enterrador y el Último Guerrero, dos tipos sádicos y adorables. Porque les amábamos. Aura, como dicen ahora.
Comíamos palomitas, la pantalla nos absorbía y fingíamos que todo podía ocurrir en aquellos encuentros. Eran peleas bellas, rítmicas, incluso guardaban armonía, y ni siquiera sospechábamos por qué. Años después descubrimos que la WWF era todo mentira. Un arte escénico, como la ópera, el cabaret o la danza. Los combates tenían un guión, los luchadores venían del camerino. Nadie iba a morir desangrado en el tapete.
MADRID, SPAIN – JANUARY 25: Julian Alvarez of Atletico de Madrid is shwon a yellow card by Referee Jose Maria Sanchez Martinez gestures during the La Liga EA Sports match between Atletico de Madrid and Villarreal CF at the Riyadh Air Metropolitano on January 25, 2025 in Madrid, Spain. (Photo by Angel Martinez/Getty Images)
Descubrir la verdad tampoco nos importó demasiado y con el tiempo aprendimos que las cosas rara vez son lo que parecen. Crecer a hostias, que se dice. Teníamos la opción de mandar a la mierda aquellos años de ternura o asumir que la vida está hecha de imperfecciones y aprender a disfrutarla así. No había una tercera opción.
Han pasado 25 años y estamos en la misma tesitura. Eso sí, hemos sido menos sagaces para darnos cuenta de que La Liga también es wrestling, un show con coreografía. Y volvemos a ese punto en el que debemos elegir entre enterrar una parte de nosotros y comenzar una nueva vida o comer palomitas viendo peleas de mentira.
Yo lo confieso, soy un adicto. Un toxicómano del fútbol incapaz de limpiarse. Me gustaría dejarlo todo y emplear el tiempo en otra cosa que no me genere cortisol, pero sigo aquí por el Atleti. No me permito la traición. De verdad, es una situación de frustración tan dañina que incluso marchando líderes me cuesta disfrutarlo. Porque pienso que no nos van a dejar. Que las aberraciones diarias a las que asistimos atónitos son mensajes para reeducarnos: La Liga no quiere hinchas, quiere clientes. Consumidores de un producto prefabricado y envuelto con papel de regalo, como si no supiéramos el contenido bajo el envoltorio. Y encima nos piden fingir sorpresa.
Mientras, todos los clubes se someten a cambio de su plato de lentejas frías. Asumen su rol secundario en la escena y aplauden para que el espectáculo no pare. Yo seguiré con mi adicción, incurable, viendo los partidos como si fueran de verdad, como los combates de wrestling cuando era niño.