
La Colina de Nervión
·27. Mai 2025
Maresca y Alicia, para no olvidar

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·27. Mai 2025
El Sevilla Fútbol Club cerró la temporada como la comenzó: ante equipos amarillos, pero peor que como la comenzó. ¿Fin a una campaña de pesadilla? “De momento, sí”, como decía el tipo que se arroja de un décimo piso y, cuando va cayendo, alguien le pregunta a la altura del cuarto si todo va bien. De nosotros y nosotras, el sevillismo, depende si seguimos la suerte del suicida pragmático o si retrocedemos al momento anterior a la fatídica decisión.
El club necesita un cambio radical, y hacer un balance contable ahora es tan ridículo como tratar de cambiar el color de la pintura de las habitaciones en medio de un incendio pavoroso. El gol de Pape Gueye lo dice todo: un futbolista que fue nuestro y dejamos ir porque sí. Pero para volver a la senda del gran Sevilla Fútbol Club no hay que incurrir en una versión invertida de lo que ahora disfrutan nuestros vecinos. Hay que recobrar la memoria para que, con el agua sucia, no se nos vaya el niño.
El Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas (AIWS), o la dismegalopsia como uno de sus síntomas más característicos, es una patología neurológica específica que consiste en la percepción alterada del tamaño de los objetos: ya sea micropsia (ver los objetos más pequeños de lo que son) o macropsia (verlos más grandes). Pues esto es lo que ocurre a muchos en esta ciudad desde hace años: minimizan siete Europa League (50 años de historia), mientras magnifican hasta el paroxismo una simple final de la menor competición europea, hasta ahora casi desconocida, y que solo tiene cuatro años de historia.
Pero esta disfunción cognitiva solo se explica si comparamos los currículos de nuestro Sevilla Fútbol Club y el Real Betis Balompié. Máxime si extendemos la comparación a las supuestas virtudes de las cuales las criaturitas presumen. La cuestión no es por qué un club que tiene tan pocos títulos goza de tantas simpatías y abonados, como falsamente plantean las criaturitas invocando un hecho maravilloso e inexplicable, sino más bien al contrario: ¿por qué un club con tantas simpatías —contabilizables en ingresos por merchandising, abonos, entradas y pago por visión— tiene tan pocos éxitos deportivos, expresados en una raquítica sala de trofeos?
Se puede inventar una historia de agravios más falsa que un amigo de Facebook, pero si miramos al siglo XXI vemos que todas esas ventajas competitivas (simpatías + abonos) ya existían a comienzos del año 2000, incluso aumentadas por el hecho de que nosotros estábamos en Segunda y sufríamos una crisis institucional brutal, arrastrada desde aquel descenso federativo que finalmente el sevillismo en la calle logró revertir.
Este es el enigma al que las criaturitas han tratado de dar respuesta mediante un delirio mistificador: el arte de Joaquín, el partido del sorteo de burros o haber andado a pie hasta Utrera… y otros brotes psicóticos colectivos. No los denosto; por el contrario, ha sido una estrategia muy inteligente y adaptativa de supervivencia, de la que tenemos que aprender un poco ahora… pero solo un poco, eh, sin pasarse.
Solo así podían seguir yendo al final de la Palmera cada quince días y celebrar cada derrota nuestra como títulos suyos. ¡Anda que no se han comprado camisetas las criaturitas! Ahora que suenan timbales por una final europea de este club, vamos a contar el siglo XXI del Sevilla Fútbol Club: catorce finales europeas, ocho ganadas, seis perdidas (cuatro empatadas en los noventa minutos de juego contra Madrid, Barcelona, Bayern de Múnich y Manchester City). Ningún club ha ganado más Europa League en el continente. Esos son los números.
Hacen bien nuestros vecinos en ilusionarse con la final de la antigua Intertoto. Me alegro. Es lógico y natural. Pero no comparemos… Delirios, los justos, para tomar el impulso necesario y volver a la realidad, que es nuestra patria. Pero, al igual que si el sevillismo levitara ante una final de Champions no haría sino dar más valor a las Copas de Europa ganadas por el Real Madrid o las que atesora el Barça, vuestra ilusión y entusiasmo no hacen más que realzar nuestra gloria. Maresca, que estuvo en el comienzo de esta epopeya (dos goles en Eindhoven), estará alzando otro trofeo al final de sus delirios. Y nosotros, a lo nuestro (¡¡¡a por ello!!!), sin olvidar la historia.
«El sistema nervioso se convirtió en una máquina capaz de grabar o recordar ciertos acontecimientos de la vida del individuo. Y, en última instancia, adquirió la capacidad de inventar el porvenir.»(François Jacob)