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La Galerna

·15. Februar 2025

Manchester City, caballo arrogante

Artikelbild:Manchester City, caballo arrogante

Hay algo tremendamente presuntuoso en la manera en la que el Manchester City engalana el Etihad ante las visitas del Real Madrid. Si hace un año nos mostraron orgullosos su apabullante colección de Champions (las mismas que el Aston Villa y una menos que el Nottingham Forest), este año nos recibieron con un tifo con malintencionada dedicatoria presumiendo de su primer y único Balón de Oro. Puede que en ambas ocasiones se hayan arrepentido tras el partido de su genial idea, así que quién sabe si habrá un tercer intento de provocación.

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Uno no podría imaginarse esa actitud (al menos institucional) en Anfield, Old Trafford, el Allianz o el Giuseppe Meazza. Que vayan a muerte a ganarnos, se da por hecho. Que pretendan hacernos sufrir un ambiente infernal es siempre bienvenido y celebrado. Pero todo desde el mayor de los respetos por un equipo y una institución que todos comprenden encarna los valores tradicionales de la vieja Copa de Europa y de la nueva Champions. Lo más parecido que se recuerda es el cartel de Joan Laporta deseando “volver a vernos”, y bueno, ya sabemos cómo va de momento ese tema.


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Juan Pardo, allá por los 80, cantaba los siguientes versos:  “Caballo que te acercas a mi yegua / ¿Por qué vienes pateando? /¿Por qué llamas su atención? / Me sabes algo viejo y ya cansado / Provocando en tu galope a este pobre corazón”. El City, equipo construído bajo el cheat code del dinero infinito ( y de procedencia irregular), es el caballo joven llegado para conquistar su lugar como líder de la caballada. Un equipo regado de petrodólares, con una plantilla llena de estrellas y el considerado por muchos mejor entrenador del mundo no debería permitirse menos que conquistar Europa una y otra vez, creando su propia y brillante dinastía.

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Sin embargo, la hegemonía esperada no ha llegado. Y, si no lo ha hecho, ha sido porque hay una variable que ninguna cantidad de dinero (ni de corrupción) en el mundo puede comprar: El Real Madrid, en Europa, es inevitable. En las últimas temporadas, el Madrid ha sido el muro casi infranqueable que ha impedido que los citizens conquistaran la gloria total a puro golpe de chequera emiratí. Nadie más, solamente el Madrid, ha sido capaz de contener sus arrogantes maneras de nuevo rico.

Nosotros no ganamos la Champions todos los años, claro, aunque en la última década lo parezca. Pudiera ser que este año no la ganemos, pero el equipo que lo hiciera sabría que, en el fondo, sólo va a disfrutar de un préstamo temporal. La Copa de Europa/Champions sólo tiene un dueño, y es el equipo que cada año, incluso segundos después de levantar la Orejona, pone a cero su contador de ambición continental. El equipo cuyo baremo para medir el éxito es tan tremendamente salvaje que sólo acepta el mayor triunfo de todos. Todo lo que no sea reinar en Europa es un fracaso, no importa lo que se hayan engordado las vitrinas de trofeos menores. El Real Madrid vive por y para un único destino y todos saben que, para quitarle ese honor, hay que matarle. Y si puede ser, rematarle al menos diez segundos después de que pite el árbitro el final del partido. Si no, corres el riesgo de comerte tu último tifo ocurrente.

En las últimas temporadas, el Madrid ha sido el muro casi infranqueable que ha impedido que los citizens conquistaran la gloria total a puro golpe de chequera emiratí. Nadie más, solamente el Madrid, ha sido capaz de contener sus arrogantes maneras de nuevo rico

No, el City no se está topando solamente con un equipo aguerrido y curtido en mil batallas. Se está enfrentando al equipo que inventó la maldita guerra. Se enfrenta a un club que ha domado la épica una y otra vez hasta convertirla en costumbre, para asombro y rabia de extraños y paganos. Un equipo al que deberían aprender, quién sabe si a la tercera lo harán, que quizá sea mejor no provocar. Y aún menos hacerlo exhibiendo exiguos botines que provocan más risa que enfado cuando uno piensa en las vitrinas que tiene en casa.

Ya lo dijo Juan Pardo, insisto, cuando terminó su canción con esta estrofa:

Porque si tú eres joven no eres sabio

Y hay que darle tiempo al tiempo

Y aprenderse la lección

Porque si tú eres joven yo soy bravo

Caballito que galopas…

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