Versus
·21. Juni 2025
En el Mundial de Clubes, el verdadero ambiente de cancha es de los latinoamericanos

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·21. Juni 2025
Viven el fútbol de otra manera, como una cuestión de vida o muerte, una pasión desbordante que consume su tiempo, sus ahorros y su salud. En el Mundial de Clubes de Estados Unidos, un país sin tradición futbolera, los hinchas latinoamericanos son una vez más los encargados de poner el ambiente.
Un año después de la Copa América en el gigante norteamericano, aquí están de nuevo para demostrar que no hay aficiones más entregadas que las suyas. Que en ningún lugar se siente el deporte rey como en su continente.
El jueves por la tarde, cientos de seguidores de Boca Juniors invaden un parque de Miami Beach para su tradicional Banderazo, en la víspera del choque contra el Bayern de Múnich en el Hard Rock Stadium.
Hay cumbias en los altavoces, carne en las parrillas y, sobre todo, una gran comunión entre miembros de una misma familia boquense. Al evento han acudido numerosos hinchas desde Argentina, y también de lugares como California o España.
Ignacio Tedesco, de 24 años, no quería perderse esta fiesta tras viajar desde la provincia de Buenos Aires para seguir al club de su vida.
"Si Boca gana, soy feliz. Si Boca pierde o empata, soy triste. Si Boca está bien futbolísticamente, me siento completo en la vida. Y si no, es un vacío", dice. "Boca es todo para mí. Más allá de un amor, más allá de una patria, más allá de todo está Boca".
- El fútbol como fiesta -
Ese exceso contrasta con el resto de las aficiones, menos demostrativas, más racionales.
"Los sudamericanos tenemos una sangre muy caliente para el fútbol, y eso es genial. Nosotros amamos y nos entregamos", asegura la brasileña Livia Beatriz de Araújo, una trabajadora financiera de 36 años que viajó desde Lisboa para apoyar al Fluminense contra el Borussia Dortmund en East Rutherford, Nueva Jersey.
Otro aficionado del club carioca, Luiz Alfonso Chaves Jr., un abogado de 43 años que acudió desde Rio de Janeiro, lo tiene claro: "Si dependiera de los europeos, esto (el ambiente en los estadios) no sucedería. Solamente el sudamericano hace esta fiesta".
En Nueva Jersey, los seguidores del Flu alquilaron incluso un barco para festejar en el río Hudson. Y en Filadelfia, los del Flamengo acudieron en masa a la estatua de Rocky, el boxeador de la inolvidable película protagonizada por Sylvester Stallone, y la vistieron con prendas del equipo rojinegro.
"Ayer llegamos a Nueva York y donde quiera que fueras, todo lo que veías eran camisetas de equipos brasileños: del Flamengo, el Palmeiras, el Botafogo, el Fluminense", dice el ingeniero Thiago Maciel dos Santos, un aficionado del Fla, de 38 años, que viajó a Pensilvania para ver la victoria de los cariocas contra el Chelsea.
"Somos más apasionados", agrega. "Cantamos, estamos juntos y viajamos para seguir al equipo".
- Una filosofía de vida -
En todos estos aficionados se nota cierto orgullo por ser así, por entregarse al deporte con este fervor. No saben ni quieren vivirlo de otra manera.
Para Fernando Pascual, presente en el Banderazo de Boca, esa diferencia con el resto de las aficiones responde a distintas filosofías de vida.
"En Argentina somos muy pasionales hablando de política, de fútbol, de todo", explica este estudiante de psicología que viajó desde General Pico, en la provincia argentina de la Pampa.
"Creo que el público americano no persigue con tanta pasión estas cosas, porque al final esto no te hace ganar plata, no te da otra cosa que la satisfacción de saber que tu club está ganando", añade. "Creo que los latinoamericanos pasionalizamos mucho las tradiciones".
Como para demostrar sus palabras, una marea azul y oro ha empezado a moverse hacia la playa vecina, ondeando banderas de Boca y de su mito más grande, el eterno Diego Armando Maradona.
La fiesta sigue hasta el océano al son del "¡Dale Boca, dale bo!", y continúa el viernes por la noche en un Hard Rock Stadium de Miami convertido en una segunda Bombonera.
Ahí, frente al gran Bayern de Múnich, el Xeneize lucha, pero acaba cediendo en los últimos minutos 2-1.
Solo entonces, con el gol alemán del triunfo, la hinchada bostera calla por unos minutos. Pero pronto retoma sus cánticos, su apoyo indefectible, en la victoria como en la derrota.
Miami, Estados Unidos. AFP.