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·21. Dezember 2024

El camino de lo incomprensible

Artikelbild:El camino de lo incomprensible

¿Cuántas cosas nos suceden en dieciocho años? Una vida entera, por ejemplo. Tanto tiempo sin conseguir algo y de repente se logra y la exaltación y la felicidad dan paso a la incredulidad, dieciocho años, una vida, un suspiro. Simeone rompió su demonio maldito y por fin el Atleti ganó a domicilio al Barcelona y lo hizo siendo más Simeone que nunca, parapetando al equipo atrás, teniendo en el arquero a su principal baluarte y no desdeñando la ambición, esperando como una fiera hambrienta acecha a su presa, en el momento justo, cuando ya no la espera. Zas. Gol. Triunfo. Liderato. De ahora en más. Dieciocho años quebrados, una vida en un suspiro.

El Atleti formó con el once habitual sacando a Gallagher por Lino para intentar ayudar a Javi Galán a parar la banda derecha del Barcelona. Fue un sufrimiento constante esa banda, con Raphinha desatado, pero fue un sufrimiento constante todo el campo, porque los de Hansi Flick pasaron por encima del Atleti en la primera mitad. Con una presión altísima, un ritmo frenético, un movimiento de balón acelerado, con Pedri dueño y señor de medio campo, Rodrigo de Paul totalmente desubicado, los colchoneros no hacían sino perseguir sombras y encomendarse a Oblak, que salvaba todo lo que podía, hasta que llegó un despiste de Llorente, en un semirebote que cayó a Pedri para el uno a cero. Siguió igual el partido, sin cambiar nada. Tuvieron que pasar cuarenta y dos minutos para que el Atleti construyera un ataque, dispusiera una posesión larga, supiese virar el juego, deshacerse de la presión asfixiante local y mostrar que podía con más, pero necesitaba cambiar el plan de partido.


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BARCELONA, SPAIN – DECEMBER 21: Alexander Sorloth of Atletico de Madrid scores his team’s second goal during the LaLiga match between FC Barcelona and Atletico de Madrid at Estadi Olimpic Lluis Companys on December 21, 2024 in Barcelona, Spain. (Photo by David Ramos/Getty Images)

No consiguió cambiarlo, tampoco en la segunda mitad, en la que el Barcelona salió con la misma intensidad, ganando todos los balones divididos, presionando arriba, robando rápido, monopolizando en exclusiva el dominio del balón, del juego y de las ocasiones. Llegaban por derecha, entraban en paredes por el medio y a veces parecía que los jugadores del Atleti formaban una foto fija, estática, incapaces de equilibrar el vértigo con el que el Barcelona empujaba el juego hacia los dominios de Oblak. Paró y paró el esloveno, y en un contraataque aislado, Julián asistió a De Paul, que se redimió de su mal partido con un golazo desde la frontal: golpeó de interior al palo largo, imposible para la estirada de Iñaki Peña.

Se acomodó el Atleti en el partido y Simeone rehízo los cambios que tenía pensados, primero entró Witsel sustituyendo a Giménez lesionado, que había estado titánico en su lucha con Lewandowski, justo después entraron Koke y Nahuel para reforzar el medio y refrescar la derecha, pero eso desbordó a Javi Galán en la izquierda. El Atleti ganó cierta consistencia, pero Simeone veía que por la banda zurda se le iba el partido, así que volvió a corregir y se fue a la defensa de cinco con Le Normand, y puso a Sorloth arriba acompañando a Julián para dar un poco de respiro al contragolpe. Pero no hubo respiro, hubo asfixia. Apenas una jugada en la que Barrios, exhausto, tuvo el gol y la estrelló en el cancerbero blaugrana. El Barcelona insistía e insistía y el Atleti ya estaba parapetado en la frontal, sin capacidad para salir, intentando apurar el tiempo, los seis minutos de descuento para defender un punto que podía saber a gloria.

Y entonces sucedió. Una pelota robada en el medio, la contención de De Paul en el pase al desmarque de Nahuel, la asistencia del lateral argentino y la aparición de Sorloth desde atrás para clavarla en la escuadra con su pierna zurda. Era el minuto noventa y seis. Así es el Atleti, otra de esas noches en las que muestra al mundo que circula por otro carril distinto a los demás, uno inexplicable, incomprensible, incalificable. Dieciocho años en un suspiro, en un gol en el último minuto.

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