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La Galerna

·20. März 2025

Don Carlo, un líder prudente

Artikelbild:Don Carlo, un líder prudente

Los que buscan desdeñar sus extraordinarios logros deportivos le llaman “El Gestor”. Toda una osadía de parte de esa caterva de liliputienses que se atreve a urdir injurias a los pies del gigante. Pero los hay, vaya que los hay, sobre todo con un micrófono delante para expectorar menosprecio y establecer una tendencia de opinión entre los menos avispados, que no son nunca pocos, se sabe. Es tal el calado de su doctrina que incluso entre los que visten de blanco impoluto ha cundido una corriente “crítica” que no es sino la caja de resonancia de las injurias y falsificaciones de la propaganda enemiga: los tontos útiles de toda la vida. Esta es la prueba irrefutable de que los púlpitos mediáticos siguen ejerciendo el poder de su garrote y tras ellos los “yotuberos” de fama, autoproclamados independientes, pero que en la práctica implementan las mismas estrategias de manipulación de los medios tradicionales a los que dicen servir de contrapunto. ¡Falsarios! La cacería, pues, no conoce veda y la saliva a sueldo sigue diseminando la idea de que don Carlo Miguel Angelo Ancelotti no es más que un pobre diablo con suerte.

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En torno a estos ataques hay algo que llama mi atención: el uso del epíteto “gestor”. Esto sugiere un profundo desconocimiento del significado de dicho término por parte de quienes suelen utilizarlo como arma arrojadiza. La gestión encarna el summum de la sabiduría, la sensatez vital o phronesis aristotélica que en román paladino conocemos como prudencia. La gestión es la encarnación de un liderazgo sereno y visionario que tiene como una de sus más importantes características la adaptación flexible, es decir, la adecuación analógica o proporcional. Esto también quiere decir que saber gestionar es ante todo interpretar los escenarios que se despliegan delante de nosotros en nuestro camino hacia una meta perfectamente definida.


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No sé si atribuirle a la perversión o a la simple estupidez la campaña de acoso a la que ha sido sometido el director técnico del Real Madrid desde su llegada

El gestor es un experto en crisis, alguien que conoce como nadie sus recursos y que ha sabido comprender que entre la cobardía y la temeridad —los extremos a los que se aferran tradicionalmente los loquitos— conviene asumir los rigores virtuosos de la valentía. Traduciendo esto a términos futbolísticos tendríamos que entender entonces que un director técnico puede asumir una postura unívoca, equívoca o analógica. Los primeros son “talibanes” del método y creen que solo hay un camino; tocan como nadie la guitarra, es verdad, pero su instrumento tiene una sola cuerda. Los segundos son los ineptos, meras figuras decorativas a merced de un voluntarismo caótico; a don Carlo lo acusan de esto quienes no entienden o no quieren entender que esta clase de personajes no podrían jamás entrenar en la élite, mucho menos forjar un palmarés como el del italiano. Los terceros, para terminar ya esta pesada disquisición teórica, los analógicos, encarnan al líder virtuoso, al gestor que elije su vestimenta con base en el pronóstico del clima y no al revés. No quiere imponer sus prejuicios a la realidad sino decidir en virtud de las condiciones concretas del presente. Quienes llaman gestor a don Carlo lo están comparando, seguramente sin saberlo, con Julio César, Napoleón, Bolivar o Churchill. “Tiempo de lanzar cohetes, tiempo de recoger las varas”, dice un viejo dicho mexicano. Pues eso.

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Muchas veces tengo la sensación de que Ancelotti mira con enternecida condescendencia a los periodistas que lo interpelan durante sus conferencias de prensa. El nivel de los cuestionamientos, así como la capacidad imaginativa y verbal de los reporteros son pobrísimos y en ocasiones absolutamente sonrojantes. Por eso no sé si atribuirle a la perversión o a la simple estupidez la campaña de acoso a la que ha sido sometido el director técnico del Real Madrid desde su llegada. Bien podrían ser las dos cosas, pienso cuando me envuelve el fatalismo y la pesadumbre. En todo caso, tengo claro que desde sus muy hondas e incurables limitaciones intelectuales, en sus infumables tertulias perfilan a entrenadores “complejos”, de esos con “filosofía”, a lo Guardiola, como el paradigma absoluto, el modelo unívoco e incuestionable frente al cual toda diferencia ha de ser pérdida. Creen que el fútbol es un asunto al menos tan enmarañado como el noúmeno kantiano, la ontología heideggeriana o la dialéctica de Hegel. Mistificación pura y dura. ¡Los muy torpes no entienden que el trabajo de los banquillos es el de la gestión del talento —precisamente lo que ellos dicen despreciar! Un entrenador es mucho menos el teórico en una biblioteca que el CEO de cualquier compañía perteneciente a las S&P 500. Es así.

El affaire Ancelotti me demuestra una vez más que los hombres anteponen la vulgaridad de querer tener siempre la razón a las mieles de la victoria

Nada cambiará, lo sé muy bien, porque lejos de atemperarse, la asonada se recrudece y adquiere tonalidades si cabe aún más virulentas. El affaire Ancelotti me demuestra una vez más que los hombres anteponen la vulgaridad de querer tener siempre la razón a las mieles de la victoria. Los seguidores del Real Madrid, que como todos los fanáticos deportivos poseen el control de esfínteres de un niño de tres años, seguirán demandando a Florentino Pérez la cabeza de Carletto ensartada en una pica, utilizando para ello los mismos argumentos imbéciles de la marabunta mediática: distintos personajes, las mismas babas. Tocará, pues, seguir levantando copas y cejas. ¡Qué se jodan!

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