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La Galerna

·9. Januar 2025

3-0: Tsunami blanco en Yeda

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Este domingo habrá Clásico, como dicen los modernos, para regocijo de los futboleros sauditas que se compran Supercopas europeas a tocateja. Le costó al Madrid —superior al Mallorca, pero enredado entre tanto palo— imponerse a lomos un Bellingham de nuevo imbuido del aura de Guardián de los Santos Lugares.

Y eso que la noche árabe comenzaba juguetona para Vini y Mbappé para alborozo de los saudíes congregados en el Al-Jawhara junto a unos cuantos valientes ibéricos e insulares. Temperatura ideal para la práctica del fútbol, comentaban entre chanzas los locutores. Y para los derechos de las mujeres o los homosexuales, añadimos nosotros. Así es la Supercopa saudita de España. Hay que procurar que Geri pueda llegar holgado a final de mes y que la compra de voluntades en el oscuro y laberíntico zoco de la RFEF transcurra sin mayores sobresaltos. Lujo árabe lo llaman.


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Infiel a su costumbre, el Madrid compareció concentrado, con sus cimitarras afiladas, a su particular cruzada. Pronto comenzaron a acogotar a un Mallorca al que el balón duraba menos que una inscripción fraudulenta en la puerta del Consejo Superior de Deportes. Lucas probó suerte ante Greif tras una fulgurante penetración de Vini o Mbappé, simbióticos en los primeros compases de partido. Pronto se sumarían Tchou, Goes o Bellingham con sendos latigazos lejanos a los que respondió con solvencia el espigado portero bermellón.

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No obstante, los fantasmas del bochorno no tardaron en aparecerse en Yeda. Sobre los diez minutos, Pablo Maffeo —quién si no— cargó, leve pero macarramente, con el codo sobre Vinícius que respondió —si se puede llamar respuesta— con un prestidigitador chasqueo de dedos sobre el pecho de su pendenciero adversario, que cayó fulminado cual víctima inocente de Chacal, armado con un rifle con mira telescópica. Este es el que decía que Vini le duraría diez segundos en un cuadrilátero. Visto lo visto esta noche, habría sido la velada más vergonzante de la historia del pugilismo. Más feo es difícil, Maffeo.

Todo claro, con la complicidad de De Burgos Bengoetxea y su cara de grisáceo monaguillo adolescente, para quien pitar una falta a favor de los blancos parecía por momentos un mortal pecado coránico. Así, entre broncas, con caballito de Vini sobre Maffeo incluido —sí, como lo leen— el Mallorca comenzó a sobreponerse a la embestida blanca. Dicho sea de paso, que otro de nuestros particulares villanos, Raíllo, se retiraba lesionado precisamente en estos instantes, bajo el consuelo de Jude. Imagine all the people. Pues eso.  Señorío a pesar de todo.

Poco a poco, con su estilo arcaico de enviar melones de Villafranca de Bonany al fornido Muriqi, con el kosovar chocando con todos, el Mallorca provocó algún susto al contrataque. A los que respondió casi siempre Kylian, especialmente en una acción supersónica en la que se deshacía tan rápido de sus marcadores que no podían ni hacerle penalti. Si se hubiera tirado con triple tirabuzón y axel, como nuestro amigo Maffeo, quizás pudiera haber sonado la flauta.

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No sonó en todo el primer tiempo, ni siquiera tras una maravilla de Bellingham en la que pareció “enfadado” con sus compañeros y decidió sacar a bailar él solo a toda la defensa del Mallorca. El disparo de Goes tras cuasi pase de la muerte de Jude fue interceptado en el último instante. Llegar vivos y coleando al descanso insufló fuerzas al conjunto de Jagoba Arrasate, que aprendió la lección del primer tiempo y sorprendió a los de Carletto con nuevos bríos y mayor agresividad. Mientras el Madrid comenzaba a asumir la nueva situación, Tchouaméni se daba un auténtico morrazo contra el hombro de Larin y debía ser sustituido por el joven y prometedor Raúl Asencio.

A falta de media hora para el final del encuentro, el atasco merengue ya era una realidad. Entre ardor, tarascadas y codazos —con nuevas estrellas mallorquinas invitadas como Dani Rodríguez— el Mallorca, no sin esfuerzo, había colocado el partido donde quería. Y como casi siempre sucede cuando enfrente está el Real Madrid, la esperanza apenas duró un par de minutos. Muchísimo menos tardó Mbappé en arrancar y cruzar media cancha como un tren de mercancías. Kylian sirvió profundo a Vinícius, hoy sin trenzas, que consiguió sacar un centro fabuloso, con el central subido a la chepa, que Goes remató en plancha de cabeza al palo. Mbappé recogió el rechace y fusiló al arco, pero se encontró con la fenomenal intervención de Greif. El balón regresó a los pies de un jugador blanco, en una especie de concurso de merengues, con el agravante de que esta vez fue a parar a las botas de Jude, goleador de nuevo, descerrajando el cerrojo de la final de la Supercopa saudita, ante la atenta, por cierto, de un ovacionado Benzema en un palco privado.

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Entre loas de la parroquia de Yeda el Madrid se liberó de cierta angustia que comenzaba a aflorar entre el fulgor de los dientes de Muriqi y su particular y milimétrica separación entre incisivos centrales. Tanto es así que Carlo decidió prescindir de su pretoriano Valverde en favor de Ceballos. Sin embargo, más allá de sensaciones embriagadoras propias de las Mil y Una Noches, y a falta de un cuarto de hora, el Mallorca seguía vivo y —hay que reconocérselo— es tan perro viejo como hueso duro.

Pudo matarlo Vinícius después de humillar —esta vez sí— sobre la línea de fondo a Maffeo, al que, a pesar de sus muchos tatuajes comenzaron a vérsele las costuras. Su disparo se marchó fuera. Greif tuvo que emplearse a fondo para enviar a córner el posterior latigazo de Mbappé.  Buscando precisamente el tiro de gracia, entraba Brahim en unos últimos compases sin noticias del Mallorca, al borde de un abismo al que acabó abocado irremediablemente con mucha garra, demasiadas uñas, y muy poco fútbol. Y fue precisamente un pase diabólico de Brahim el que acabó en autogol del Mallorca y sentencia. En el descuento, Rodrygo marcaba a placer tras una asistencia-banana de Lucas Vázquez digna de Beckham.

El gol, que consumaba la goleada, debió liberar algún ajuste de cuentas verbal sobre los jugadores del Mallorca, particularmente Maffeo, el perejil de todas las salsas, que desató una desagradable tangana final en la que Asencio respondió con besitos a los cariñosos “subnormal” que le espetó el propio Maffeo con Vini, afortunadamente sustituido, descojonado en la banda y Carletto llevándose al plañidero lateral bermellón dentro del túnel de vestuarios.

Un buen aperitivo de juego sucio el de esta noche, para degustar el domingo el plato principal: el ReAlí Babá visita la Cueva de los 40 ladrones.

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