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Daniel Cadena Jordan·10 de diciembre de 2019
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Daniel Cadena Jordan·10 de diciembre de 2019
Como siempre sufriendo, el BVB cumplió por poco con la tarea y es de los últimos 16.
Con complicidad del Barcelona en Milán, el Borussia Dortmund clasificó de manera agónica a los octavos de final, con 20 hombres, pidiendo la hora, y con la sensación de poderlo perder hasta el 90+3′.
No hay peor hábito en el fútbol que acostumbrarse a ser bueno o malo. Y en esa dicotomía se debate un Dortmund que, por quererse mantener en el tope, se siente creciendo a trompicones. Las inyecciones de dinero constantes han venido a expensas de una plantilla consolidada, consecuencia de las ventas que producen dicho flujo de capital. Y se ha sentido con el paso de los años en cómo se desenvuelve el equipo.
Sin embargo, después del verano de mayor gasto en la historia del club, ello debía quedar superado. De a momentos, la forma con la que afrontan los partidos parecieran darle la razón a favor a Lucien Favre. Pero los lapsos mentales terminan siendo más comunes que evitables, por lo que 90 minutos siempre son eternos cuando hay 11 Negriamarillos sobre el campo.
El joven fichaje del verano lleva una contante curva ascendente desde que arribó al Signal Iduna Park. Su inicio de suplente se ha convertido en uno de titular cada vez menos discutido, a fuerza de actuaciones convincentes y acciones de gol reiteradas. En la noche de hoy fue un factor clave en que las cosas no se desmoronaran, aún y cuando las piernas se cansaran hacia el final.
Por su precio, poco podrá conseguir el Dortmund que supere a Roman Bürki bajo los palos. Solvente, ágil y de presencia en el área, el ex-Freiburg lo único que necesita es un poco más de concentración y consistencia. Sus intervenciones fueron cruciales: Slavia lo pudo ganar en más de tres ocasiones.
Pero su calidad sólo llega hasta donde su defensa se lo permite. Y con favores a los rivales como el gol encajado hoy, y una roja innecesaria de Weigl.